La noche
Cuando las luces se apagan, y su cuerpo descansa, al igual que su alma, esponjosos objetos soportan su existencia, adecuándose a las necesidades de la agotada muchacha. Sus manos se posan en su cara, tal vez en un acto de sentirse cobijada.
Cuando el estrepitoso sonido de la vida cotidiana se apaga, solo prevalecen aquellos permanentes sobrevivientes. En días de suerte, los clásicos protagonistas nocturnos gobiernan con totalidad el momento; el canto de los grillos ambientaliza por completo su velada y la expansión de la madera la reconforta de una manera extraña.
Cuando los ruidos nocturnos pasan inadvertidos, ella es capaz de escuchar hasta lo recóndito de su mente. Algunas veces, sus pensamientos la ensordecen, ensimismándola en profunda calma. Otras tantas, el llanto se apodera de la noche hasta que se acaban todas las lágrimas.
Cuando todos duermen y el cielo se oscurece, ella se reencuentra con su vieja amiga, la noche, su fiel confidente, quien sin duda siempre la aconseja, le abriga y la protege. La cercanía entre ellas resulta extraordinaria, tanto que la moza posee el enorme anhelo de disfrutar una noche eterna, de dormir, despertar y vivir acompañada por ella. La noche es su refugio, su hogar, su alegría,su tristeza, la razón de aferrarse y luchar por su existencia.